Cuando nos disponíamos a cocinar, recuerdo que la abuela me enseño, quizá sin conocimiento alguno, a preparar todo el ingrediente sobre la mesa antes de empezar a hacer la mezcla, como asi también a tener todo ordenado y listo, desde la batidora a los moldes listos.
Primero lo primero, lo que más tiempo llevaba era ablandar las ciruelas para la torta, y lo más importante sacarles el gran y duro carozo, tarea que a mí me encantaba, era especial labor para un niño, me ensuciaba mucho con estas ciruelas, ¡me quedaban las manos oscuras y pegajosas!! Me encantaba hacerlo, aprendiendo como ser un chef a domicilio me hizo feliz.
Después de terminar mi tarea pegajosa, tenía que cortarlas en trozos y dejarla en remojo en vino oporto misteola Crota, tarea de la abuela.
Después venia algo súper divertido, el batido de la manteca con el azúcar, tarea no solo divertida si no que era el secreto y sigue siéndolo, secreto que le da a las tortas esa esponjosidad tan peculiar y ese aire que queda en su masa, y esta tarea la hacíamos a mano o en los mejores casos con la batidora eléctrica, herramienta eléctrica que se sumó a la cocina de mi abuela años más tarde.
Batir la manteca era una experiencia fascinante, era increíble ver como aumentaba el volumen y como cambiaba de color ámbar a un color súper blanco.
Luego de esto venia el turno de los huevos, producto que nos regalaban unos amigos de la familia, les llamaban los chilenos, chilenos porque realmente así lo eran, es el día de hoy que no se cómo se llamaban ni que apellido tenían, lo único que recuerdo es que esos huevos eran increíbles, súper amarillos y frescos, le daban un color increíble a las tortas de la abuela, no se podían lucir en la torta de ciruelas, la que salía oscura, pero en el resto de las cocciones si se notaba.
La técnica de cocina para incorporar los huevos, según mi abuela, era agregarlos de a uno y batir sin cesar, estrategia que se usa de manera habitual en la repostería, de seguro ella lo hacía de manera instintiva, pero en realidad tiene una explicación lógica, so los pones todos de golpe puede afectar a la torta, dado que algunos huevos son más grandes que otros y no siempre se necesita la misma cantidad, pero en fin, los poníamos de a uno y con mucho cuidado.
Cuando terminábamos de incorporar los huevos llegaba el turno de las ciruelas, las mismas que yo destroce jugando en la mesa, esas que me manchaban todas las manos.
¡Ella ponía las ciruelas y yo con una cuchara de madera batía suavemente, y lo que si recuerdo es que al momento de agregar la harina, la batida se volvía más pesada!!
“Quieres que siga yo Juanciro?” preguntaba mi abuelita, pero yo quería ser parte de esta torta y no me importaba cuan cansado terminara con tal de ayudar a Blanche a terminar de cocinar la legendaria y tan aclamada torta de ciruelas húmeda de la abuelita Blanche.