Mi primer trabajo de chef
no sé si lo podre llamar primer trabajo o mi primer explotación laboral, ya que yo era muy adolescente y la paga en la cocina casi nula, pero bueno, en este rubro, y lamentablemente al principio uno tiene que pagar el derecho de piso como se lo llama en la jerga, y si bien en la cocina las remuneraciones son un tanto bajas, todo sirve, y como decía mi papa, “ hijo, lo bueno es que vos en este momento tienes que dedicarte a capitalizar experiencia, más allá del dinero, aprovecha todo lo que más puedas” y bien, así lo hice toda mi vida, inclusive hasta el día de hoy, todo suma.
Era un fin de semana largo, si mal no recuerdo una semana santa, día de mucho frio en Azul, y mientras toda mi familia se dirigía a la ciudad de Mar de Plata, yo, súper abrigado hasta los dientes, caminando solitario en las calles frías y solitarias caminaba rumbo a un garaje, si garaje, no cocina.
Después de golpear varias veces me atendió una persona, quizá yo en mi ignorancia pretendía ser atendido de manera más amable y por alguien que tuviera apariencia de cocinero, pero no, todo lo contrario, esta persona con un cigarrillo en la mano y de aspecto andrajoso me pregunto “ alguna vez cocinaste churros y berlinesas?” obviamente mi respuesta fue no. Y entonces de mala gana y yo diría sin interés esta persona me dijo, “trae la balanza y los ingredientes que te voy a enseñar a preparar estas cosas” esta era mi primera vez en contacto con la cocina, en un garaje sucio, abandonado, con mi familia lejos, frio, poca plata, pero por sobre todas las cosas, mi primero vez!!!! ¡Y eso era lo que más me apasionaba, y todo lo contrario a lo que algunos piensen, de que extrañaría a mi familia o algo por el estilo, yo estaba feliz, alguien estaba confiando en mi para hacer recetas de cocina, poder hacer algo por la gastronomía era un sueño!
Recuerdo que eran las 8 de la mañana y el frio cortaba la piel, pero todo cambio de repente cuando prendimos las maquinas, primero las amasadoras para preparar las masas y luego las freidoras. Con cumbia de fondo como música no de mi agrado, aprendía las técnicas de estas recetas, churros y berlinesas, mal llamadas bolas de fraile.
“Pibe, presta atención que no te lo voy a repetir otra vez” me decía el cocinero ya entrando en confianza y con una leve sonrisa apenas dibujada en su rostro. “quieres unas mates” le pregunte y casi me mato!! “cuando terminemos de hacer las masas y las dejemos leudando, recién ahí prepárate unos amargos pibe”, ok, no pregunto más, me dije hacia adentro.
“¡Bueno, ya está! ¡Pego el grito cuando pasaron las tres horas de descansar la masa, préndete al máximo las freidoras que te voy a enseñas como se hacen las verdaderas bolas de fraile nene!!!”
Que hermosas palabras; “te voy a enseñar!!!”
Así empece mi carrera de chef a domicilio.